Etiquetas: , ,

La esperanza del pollo

Las gotas de sangre tocaban el suelo coagulándose con la arena suelta. Arriba, colgaba la gallina atada por las patas a un penoco.


Doña Marciana prepara el agua caliente, la metería ahí para luego desplumarla con mayor facilidad. Ruth lloraba mientras su hermana miraba atenta la destreza de su abuela y me comentaba –las gallinas son mas fáciles de matar, le das dos o tres vueltas del cuello y le estiras, ahí hace un “crock” y se mueren, después cortás con cuchillo el cuello y ya está, sin embargo los gallos no, tienen el cuello más duro, hay que darle mas vueltas y estirar con mas fuerza, igual nunca se mueren.
Acostumbrada Clari relataba los pasos de una matanza que yo nunca había visto antes, mientras contemplaba el animal meciéndose levemente como un péndulo.
-Lo que odio es cuando me toca la pata o el cuello- me decía
-La pata ¿por qué?
-No, no es el muslo, es la pata. Nos sirven el caldo de gallina con las garras de la gallina y es horrible.
Mierda! Nunca había tenido esa experiencia, de hecho nunca había comido una gallina casera. Siempre esos pollos parrilleros fortachones que como máximo traían las vísceras en una bolsita dentro de la cavidad que quedaba en el abdomen.

Luego de desplumada Doña Marciana procedía a limpiarla. Con cuidado sacaba los intestinos cortándole desde el ano para que no se esparza el excremento, como un rosario unas membranas rojizas albergaban los huevos que la finada nunca puso, los que estaban al final eran mas grandes y ya tenían una cáscara blanda, luego se iban haciendo pequeños, había uno que era puro yema.
Todo se comía, incluso los huevos inconclusos. Todos comían aunque las mas pequeñas querían negarse.

0 comentarios:

Publicar un comentario

Y tu no vas a opinar ? Que opinas acerca de este tema !!tus comentarios son bienvenidos y necesarios dejalos a continuacion es muy facil !