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De medico prodigioso a traficar con pastillas en la carcel

Empotrando el coche en casa de novia para devolver un cepillo del pelo, House no sólo perdió toda posibilidad de recuperar a Cuddy. Además del harakiri sentimental, el doctor más mordaz se ha quedado sin libertad y empieza la octava temporada recluido entre rejas, rodeado de personajes de lo más indeseable. Un escenario oscuro, habitado por chulos, camellos, asesinos, matones a sueldo y mucha sordidez; donde House se desenvuelve con relativa desenvoltura, limpiando váteres.

Pero sabemos que no durará mucho. El primer capítulo emula una cuenta atrás, donde se nos presenta un escenario en el que a House sólo le queda una semana de reclusión, antes de que le sea concedida la libertad condicional y pueda salir de allí. Pero quien ha degustado los más de 150 capítulos de esta magnífica serie pronto tendrá la certidumbre de que el espíritu autodestructivo del médico le hará fracasar, y que la salida no será tan fácil. 'La va a cagar'. La catástrofe se palpa en el ambiente. Esa tendencia al fracaso, junto a una trama carcelaria en la que se verá rápidamente envuelto, mantienen la tensión: ¿Logrará House sobreponerse a sí mismo y permanecer dócil durante unos días para ganarse su huída de prisión? Su historial responde la pregunta.


Aunque guarda muchas similitudes con su reclusión en un centro de desintoxicación de la pasada temporada, esta situación es mucho más límite y oscura. House está realmente abandonado por todo su entorno, en el que ni siquiera el magnánimo Wilson lucha por salvarle. Vuelve ese House derrotado y hundido, al borde de un abismo más que conocido: ¿Rendise o luchar? ¿qué motivos tiene para seguir? La medicina será, a la misma vez, su salvación y su perdición; el lugar donde aferrarse para salir del agujero, y el golpe definitivo que le acabe de enterrar en él. La medicina, y también Jessica Adams, una joven médico que le hará acordarse de quién es; pero que repetirá el destino de todos los que se preocupan del médico huraño: acabará escaldada.

Cumpliendo con las señas de identidad que la han hecho grande, la serie también tiene impagables momentos de humor negro, fundamentalmente en la interactuación de House con algunos presos de lo más surrealista. Le veremos recolectando cucarachas para hacer feliz a su compañero de cuarto -una mole de doscientos kilos y pocas palabras- que acabará dando una gran sorpresa; o sembrando el caos en toda una galería, actuando como el (adorable) capullo manipulador que es.

Un capítulo que mantiene con la tensión entre la tragedia que se anticipa, y el interés por ver a House desplegando todas sus artimañas miserables para conseguir vicodina, la libertad, o su disc-man. Vuelve el House perdido, hundido y cruel. Puro House.

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